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Stuart Flores

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Hay novelas que suelen usar el disfraz del absurdo y el humor para plantearnos agudas reflexiones. Los palimpsestos (Editorial Minúscula, 2015), de Aleksandra Lun es una prueba de esto.

A Reinhard Heydrich se le consideraba el cerebro de Heinrich Himmler, jefe de las SS (la traducción del título revela eso: Himmlers Hirn heisst Heydrich, el cerebro de Himmler se llama Heydrich).

Esta reseña tiene que comenzar con una anécdota.

En algún momento alguien descubrió que las redes sociales podían hacerte popular y que, para tal efecto, necesitabas de escasos medios (apenas un celular y una buena conexión a internet). Fue algo así como descubrir la pólvora.

Magistral (Jekyll & Jill, 2006), de Rubén Martín Giráldez, es un libro raro, rarísimo. Literatura experimental, le llaman. Y ante el experimento solo cabe la unanimidad: o se le repudia o se le idolatra. O se le rechaza de inmediato o, con la misma inmediatez, se le coloca en un pedestal.

Hay una expectativa alta en los libros que tienen resonancia en redes sociales. Son libros que, de a pocos, van ganando una visibilidad que es anterior a su consagración en los medios tradicionales. Un ejemplo de esto es Panza de burro (Barrett, 2020), la primera novela de Andrea Abreu.

Hace algunos años, junto a unos amigos, creamos una editorial que iba a tener como fin la publicación de nuestros primeros libros. Se hizo lo que se pudo y se podría afirmar que el resultado, hasta antes de la disolución del proyecto en común, fue satisfactorio. De entre los libros que publicamos destacó uno titulado Domus, de Moisés Azaña.

Adán Calatayud hace buenas fotos. Lo suyo es también el cine. Incursionó en la literatura en 2015 (publicó Crónicas del desencuentro, su primer libro de cuentos). A Adán los cuentos le han salido como las fotos.
Seis historias trae este libro y se leen en lo que demora uno en fumarse una cajetilla pequeña de cigarros. A dos cigarrillos por cuento, aproximadamente.

Hoy toca hablar sobre una novela de Goran Tocilovac: Una caricia y castigo. ¿De qué va este libro? En un París del futuro, Herman se encarga de administrar justicia de una manera peculiar: cada lunes por la mañana, de cinco delincuentes seleccionados, tiene que liquidar a uno.

A veces me pregunto si las novelas posmodernas merecen una reseña posmoderna, es decir, un reseña que hable poco o nada de la novela y que más bien se pierda en datos irrelevantes como el número de caracteres de la que está compuesta o cuántos arbolitos murieron para que la publicaran.

Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que este es el año en que he leído más manuscritos (y he de aclarar que no trabajo en ninguna editorial).

Yo amaba un poco a Patrick Modiano. Eso de amar un poco a un autor suena a intento desesperado por colocarlo en tu pequeño edén literario en el que ya habitan Francisco Umbral y Pierre Michon (en ese orden; habría que colocar allí a Erri De Luca si somos justos, y si queremos ser más justos habría que poner dos o tres escritoras: a Nona Fernández, por ejemplo).

También modificando a su antojo el plano cultural de la Lima de ese entonces y disparando desde su tribuna en La Prensa. Eielson articulista, Eielson crítico, Eielson bien contactado, Eielson cuchillo. (Y luego del sesudo estudio, se incluyen también algunos de sus artículos nunca antes publicados.

Escribir resulta cada vez más difícil. Se trata de una tarea cada vez más ardua y, en el peor de los casos, insostenible. Antes bastaba con tajar un lápiz y ponerse a ello. No era tan complicado, después de todo. Ahora se necesita el ordenador, un póster de Rimbaud al lado, cierta vida bohemia y algunos estimulantes.

Lo que Samanta Schweblin logra en sus mejores cuentos lo consigue también en Distancia de rescate, su primera novela: crear tensión, enganchar al lector y hacerlo sufrir. Apenas uno cruza la primera página, ya es imposible parar y abandonar el libro. Es la droga misma y un sufrimiento placentero.

He leído Escapada, de Alice Munro, y tengo algunas cosas que decir.

«Para siempre en esta casa». Esta es la historia de hombre que va en busca de ciertas prendas de vestir y se dirige hacia el jardín de su vecina. La fórmula es la siguiente: trama simple, un personaje que está en el límite de algo (al igual que en los personajes de los cuentos anteriores) y una situación anormal que dispara la historia. Podríamos calificarlo como regular.

Pero Peregrinación a Santa Beatriz no solo es un ensayo que plantea reflexiones alrededor de la urbanización ya mencionada; es también (y a todas luces) un libro de denuncia. Para empezar, se concibe aquí a esta urbanización como un lugar sagrado (he allí la «peregrinación» a la que hace referencia el título).

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