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Diana Seminario

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El último jueves y viernes hemos sido testigos de la puesta en escena de una obra teatral muy bien montada desde el Congreso de la República. Por un lado, el actor principal del drama Guido Bellido, tratando de convencer, con una falsa y bien estudiada moderación, que se ciñe a las reglas del juego democrático.

Vivimos un momento conformacional. Comenzó con “discursos” en la campaña electoral y la situación se agrava con el nuevo gobierno. La falta de confianza ha determinado la fuga de capitales extranjeros y nacionales y nuestra moneda va incrementando su devaluación, lo que encarece los precios en el mercado.

Al gobierno de Pedro Castillo Terrones no le entran balas. Desde que asumió el mando y anunció la conformación de su Gabinete no ha habido día en que no se haya hecho público un hallazgo respecto a la idoneidad de los nombramientos.

Los peores presagios anunciados durante la campaña electoral han sido superados por los actos de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón en sus primeros cuatro días al frente del Ejecutivo. No nos quedamos cortos quienes advertimos en su momento que el mismo Sendero Luminoso era el que llegaría al poder si Perú Libre era declarado ganador de las elecciones. Y así fue.

Hoy es un día decisivo para el futuro de la democracia de nuestro país y se requiere de una oposición seria, democrática y unida. Y para eso es necesaria una gran dosis de política y de cintura. En términos deportivos diríamos que saber “driblear” resultará fundamental en los próximos meses.

A nueve días para que el Presidente Sagasti se vaya a su casa y llegue su reemplazo a Palacio de Gobierno, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) aún no proclama al ganador de la segunda vuelta electoral.

Los testimonios de irregularidades en las elecciones no dejan de aparecer. Hay indicios innegables y las autoridades siguen mirando de costado intentando ganar tiempo para ofrecernos “hechos consumados” y de paso organizar a la “portátil virtual”, para que todo aquel que exija transparencia sea acusado de “golpista”.

En los últimos días la “argolla” que nos viene gobernando sin haber ganado una sola elección ha instalado una nueva narrativa: afirmar tajantemente que no ha habido fraude electoral y todo aquel que diga lo contrario es un “golpista”.

Hay fechas que marcan un antes y un después en la vida de un país. Hay gestas que se convierten en el inicio de algo mayor a lo que fue su primera intención. Lo que ocurrió este sábado en Lima califica como un hito en la política peruana.

La próxima semana el Perú ya habrá elegido a su presidente o presidenta de la república. Las diferentes encuestas coinciden en que la distancia entre el candidato Pedro Castillo de Perú Libre y Keiko Fujimori de Fuerza Popular es cada vez menor.

A dos semanas de la segunda vuelta el panorama político no parecer ser muy auspicioso para quienes creemos en la libertad, la democracia, y queremos un país donde la división entre ricos y pobres no sea una política de Estado.

La imagen de Kenji y Keiko Fujimori abrazados después de dos años de distanciamientos, declaraciones infraternas y rupturas políticas fue esperanzador en un clima de polarización, ofensas y maltratos; en una campaña electoral que por momentos parece que se desborda.

La candidata Keiko Fujimori está jugando el partido de su vida y aparentemente estaría a punto de voltear el marcador. Según las encuestas publicadas en la última semana, la brecha entre la postulante de Fuerza Popular y el profesor Pedro Castillo se ha reducido en cinco puntos y en seis puntos respectivamente.

Tras muchas idas y venidas, finalmente el debate en Chota se dio y los candidatos Pedro Castillo y Keiko Fujimori expusieron sus propuestas sobre educación, salud,seguridad ciudadana y corrupción. Fujimori Higuchi tuvo las propuestas más aterrizadas, mientras que el profesor Castillo repitió lugares comunes y arengas socialistas.

Desde el año 2011 las elecciones han hecho que los peruanos no nos miremos con recelo. En vez de ver nuestras diferencias con tolerancia no hemos hecho otra cosa que descalificarnos entre nosotros. No importaba quién tenía el mejor plan de gobierno o la mejor propuesta, lo único relevante era chancar al enemigo, y hacer alianzas para destruir al otro, no para construir.

Fue en 1990 cuando la política en el Perú no volvió a ser la misma. El ingeniero Alberto Fujimori, ex rector de la Universidad Agraria, le ganó la Presidencia de la República al escritor Mario Vargas Llosa en unas elecciones que marcaron un hito en la historia del Perú.

Si nos atenemos a la única encuesta a boca de urna difundida anoche, el izquierdista radical Pedro Castillo estaría en segunda vuelta. Solo faltaría ver con quién. Nada está dicho, y lo prudente es esperar los primeros resultados de la ONPE.

La semana pasada, cuando todavía no se difundían las encuestas de ayer, los más reconocidos antikeikistas (no decimos antifujimoristas porque varios de ellos trabajaron contentos para El Chino), empezaban a mirar con inusitada simpatía a Keiko Fujimori.

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