En el 2003, un poeta chileno, Gonzalo Rojas, fue galardonado con el Premio Cervantes, el más importante de las letras hispánicas. Rojas, muerto en el 2011 a los 93 años, fue un poeta muy versátil y con un lirismo enternecedor que nos ha dejado versos como estos: “Pasábamos por ti como las olas todos los que te amábamos. Dormíamos/ con tu cuerpo sagrado.
Jorge Alania Vera
Este viernes 5 de abril se presentará en la Casa de la Literatura una ejemplar publicación electrónica del Ministerio de Educación: Mujeres de Lucha y Motivación, que reúne los mejores trabajos de una convocatoria sectorial entre sus servidoras para reflexionar sobre la mujer en su día internacional, el 8 de marzo.
Una mujer ecuatoriana, residente de Ohio, Estados Unidos, fue sentenciada hace una semana a cadena perpetua sin la posibilidad de libertad condicional, tras la muerte de su hija de 16 meses, quien fue dejada por ella sin ningún cuidado por un periodo de 10 días mientras tomaba vacaciones en Detroit y Puerto Rico.
César Vallejo escribió: “Cuando alguien se va de una casa, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres.
Tras ser acusada de matar a sus cuatro hijos, Kathleen Folbigg, fue condenada en 2003 a treinta años de prisión y se convirtió en la peor asesina en serie de Australia. La condena se basó en pruebas circunstanciales, como unas anotaciones ambiguas en su diario y en el hecho de que fuera ella quien encontrara los cadáveres.
Mirando la fotografía de la vía de un tren que ilustra esta nota, pienso en Tolstói, el gran escritor ruso arribando, octogenario y enfermo, a la pequeña ciudad ferroviaria de Astapovo, en donde finalmente fallece el 14 de noviembre de 1910.
Al dedicarle su libro Los Conjurados a María Kodama, su alumna y asistente a la que llevaba casi 40 años, Borges escribió esta bellísima declaración de amor: “De usted es este libro, María Kodama.
En la platea, un hombre con la mirada perdida y el cabello revuelto, escucha Carmen, de Bizet. Pocos saben que está perdiendo la razón. Algunos lo reconocen por el grueso bigote, es Friederic Nietzsche, el gran filósofo alemán. Es la quinta vez que viene acompañado por una mujer que ha de ser su hermana por la ternura con que lo mira.
Rubén Darío le enseñó a leer y escribir porque, a sus 20 años, era analfabeta. Ella, en el decurso del tiempo juntos le enseñó el arte de amar. Él viajaba por el mundo como periodista y diplomático. Ella, la hija de un jardinero de Navalsauz, en Ávila, España, tenía un sueño desde niña: ver el mar.
El Toboso de la geografía y de la historia queda en la provincia de Toledo, España. Pero el Toboso de los caballeros y de todos los quijotes de la tierra, está en cualquier parte al que el amor mire. Es mágico y ubicuo. Tiene las características del Paraíso, pero quienes volvieron por allí aseguran que es un lugar como cualquier otro de Castilla La Mancha.
Se dijo de él que fue el hombre que nunca existió. “Si después de morirme quisieran escribir mi biografía/ no hay nada más sencillo. / Tiene sólo dos fechas, la de mi nacimiento y la de mi muerte. / Entre una y otra todos los días son míos.”
En uno de los versículos de su Evangelio Apócrifo, Borges dijo: “Desdichado aquel que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.” Sin embargo, en otro poema titulado Elegía, refiriéndose a alguien que llora escribió: “Sin que nadie lo sepa, ni el espejo/ ha llorado unas lágrimas humanas.
Nuestro gran escritor José María Arguedas, escribió novelas cuyos textos hunden sus raíces en la tierra hollada y ancestral de nuestros mayores. Escuchó, como nadie antes ni después, la voz y el latido de todas las sangres y sintió el caudal de los ríos profundos que no se ven pero que fluyen formando la heredad que somos y que siempre seremos.
“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”, escribió Albert Camus en el inicio de su ensayo El Mito de Sísifo. Y también y pese al mar de perplejidades, incongruencias y naufragios en el que navegamos, señaló, como lo haría Ortega y Gasset: “Nada es una tragedia hasta que el héroe es consciente de su circunstancia”.
Con este título, dos grande poetas escribieron textos memorables: Jorge Luis Borges y Antonio Cisneros. Ambos eran agnósticos, aunque nuestro compatriota tuvo un momento claro de conversión espiritual. Pero la poesía de los dos tenía muchas más preguntas que respuestas y un intenso pero discreto dolor por el sinsentido de la vida.
La historia cuenta que José y María viajaron para empadronarse como judíos en virtud de un edicto del emperador romano César Augusto, y que para ello siguieron una ruta común en esos tiempos, hacia el sur por las llanuras del río Jordán, y luego al oeste por las colinas que rodeaban Jerusalén y después hacia Belén, el lugar prefijado por el edicto.
Abatido por una demencia frontotemporal –la misma enfermedad que padece el famoso actor Bruce Willis-, Maurice Ravel compuso su célebre Bolero que es una de las piezas clásicas más escuchadas de todos los tiempos.
Borges lo reconoció como su maestro y acaso eso baste para asegurar su inmortalidad. Pero un breve poema suyo queda para siempre en el imaginario de los enamorados desahuciados por la razón y por la vida: “Amor se fue; mientras duró / de todo hizo placer. / Cuando se fue / nada dejó que no doliera”.