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César Campos R.

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Periodista Profesional y colegiado, egresado de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Con más de 35 años de experiencia como director y editor de diversas publicaciones nacionales, director y productor de programas radiales y de TV.

La mañana del 17 de junio de 1972, un joven reportero de la sección Locales de The Washington Post llamado Bob Woodward fue encomendado por su jefe para darle seguimiento a la comparecencia ante el juez de cinco sujetos que –horas antes, en la madrugada– fueron sorprendidos husmeando al interior del Cuartel Nacional del Partido Demócrata, ubicado en el complejo hotelero Watergate de la capital

¿Por cuál ángulo resulta ilustrativo abordar el espectáculo político desatado en nuestro país con la divulgación de los audios donde el presidente Martín Vizcarra intenta – junto a su equipo más íntimo de palacio de gobierno– aplacar el escándalo Richard Swing?

Pocos se percatan de la manera exitosa con que el presidente Martín Vizcarra y sus operadores comunicacionales han introducido al lenguaje de estos tiempos la dicotomía “optimista-pesimista”, categorías útiles para agrupar en un lado a quienes poseen un gran sentido patriótico y respaldan las acciones del gobierno en su denodada lucha contra el Covid-19, mientras que en el otro se reúnen los cr

Celebro la elección de Piero Corvetto como nuevo jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) por parte de la Junta Nacional de Justicia.

El jueves 20, muy enojado, el presidente Martín Vizcarra tomó el rábano por las hojas ante una pregunta de Canal N sobre el motivo de persistir en el error de no informar bien acerca del bono y propiciar largas colas en la puerta de los bancos, foco de contagio demostrado hasta el hartazgo.

1Una leyenda sostiene que la Reina egipcia Hachepsut, esposa del Rey Tuthmosis II, fue quien encargó la construcción del enorme obelisco que todavía yace en las canteras de Asuán porque no pudo culminarse debido a una gran resquebrajadura.

Felizmente, con el transcurrir de los días, ha quedado claro que la sorpresiva negación del voto de confianza al Gabinete Pedro Cateriano por parte del Congreso se debió a una suma de inconsistencias en la relación entre el flamante premier y ese poder del Estado.

Siempre me ha impresionado la severidad y el humor de los críticos cinematográficos – nihilistas en su mayoría y odiados por las luminarias de Hollywood – cuya capacidad de sintetizar en una frase la mala impresión que les causa algunas películas, llega a ser notable.

Definida la comparecencia del Gabinete Pedro Cateriano ante el Congreso el 3 de agosto, a fin de recabar el voto de confianza, quedó desbaratada la hipótesis sugerida en esta columna respecto a la secuencia que el flamante premier estuvo buscando para anticipar una especie de “vómito negro” (asumir el pasivo gubernamental de la lucha contra el coronavirus) previo al mensaje del presidente Martí

Llueve sobre mojado dedicar muchas líneas al reajuste del Gabinete Ministerial, episodio que bien puede resumirse en tres puntos: 1) La urgencia del presidente Martín Vizcarra de eyectar del mismo a dos perfectos inútiles como lo han sido Vicente Zeballos y Víctor Zamora; 2) girar hacia la derecha y a un definido propósito reactivador de la economía, dándole el protagonismo de premier a Pedro C

Apenas me queda la opción de ratificar todo lo dicho en mi columna anterior respecto a la naturaleza de nuestra crisis de Estado, donde los escenarios de búsqueda y consecución de los mínimos acuerdos se desvanecen, triunfan quienes imponen y todo eso petrifica a la verdadera reforma política en el campo de los deseos sin vasos comunicantes hacia la realidad (“El pacto lejano”, 05 de julio).

Mucho se trajina en estos días las invectivas contra el Parlamento populista e irresponsable que cada semana concede, por voto mayoritario, sorpresas desagradables a operadores económicos y sociales de distintas camisetas. Sorpresas que, sin embargo, gran parte de ciudadanos le saca provecho hasta donde le resulta posible.

Son tantos los problemas que padecemos hoy los peruanos a consecuencia del Covid-19 y el fracaso de las políticas públicas para contenerlo –tanto en el rubro sanitario como el económico– que existe poco margen para abordar ciertos desaguisados a los cuales algunos exhiben tremendas ganas de echarle agua fría.

Aunque algunos seguramente afirmarán que nunca dejamos de serlo –merced a su conocida tesis sobre nuestra atávica dependencia a los intereses foráneos– la carta remitida por cuatro embajadores extranjeros al presidente del Congreso nos devuelve de un sopapo a la condición de una república bananera.

La extensión del estado de emergencia en el país no solo era presumible antes que Martín Vizcarra la oficializara, sino explicable dadas las cifras de expansión del coronavirus y curva de ascendencia en el número de muertos.

Toda crisis en la historia siempre ha requerido un líder que comanda e inspira. Bajo su guía, se triunfa o fracasa. No existen premisas exactas que aseguren el éxito más allá de la habilidad de ese líder para conseguirlo.

Me pregunto esto, ciertamente, en relación a los escenarios que nos dejará la nueva peste universal llamada Coronavirus cuando su expansión se haya detenido y sus efectos mitigado. Seremos diferentes en muchos sentidos pero vale la pena avizorar por cuáles senderos transitará el cambio.

Sin duda alguna, la historia será justa con el ingeniero Martín Vizcarra al colocarlo en el pedestal de los mandatarios menos duchos en el arte de gobernar pero habilísimo en el de conectar con las masas mediante gestos políticos de gran impacto, aunque estos traduzcan mensajes nocivos para la siempre débil mecánica institucional del país.

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