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Mariella Balbi

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Primero lo primero. Es una crueldad negarles a los médicos la vacuna Pfizer. El MINSA desconoce las cifras del Colegio Médico: 50 galenos muertos pese a haber recibido la vacuna china Sinopharm. Al inicio de la pandemia, el MINSA nos obligó a usar las inútiles pruebas rápidas, desechando las moleculares, empleadas en todo el planeta para detectar el coronavirus.

La justicia peruana se asemeja cada vez más al magnífico cuadro de Goya: El pelele. De acuerdo al apetito del poder político la alzan y la dejan caer. Ambos están al vaivén de quienes los zarandean. Deplorable.

El JNE permitió postular a Dina Boluarte a la vicepresidencia sin que renunciara a su cargo estatal seis meses antes, como lo indica la ley. Su candidatura es nula, vale tanto como servilleta usada. La institución electoral lo dejó pasar. Procedió igual con Pedro Castillo, quien no declaró su participación en una empresa constructora con S/500,000 de capital.

Desde la confortable vivienda de Jorge Rodríguez Vélez, obsecuente miembro del JNE, se realiza una cuchipanda importante “en honor” de dos observadores internacionales. Harto trago y el tiradito de pescado reemplazan a la criolla butifarra. Está filmado y los diálogos son repelentes.

La historia registrará a Sagasti como un presidente transitorio que protegió un obsceno fraude electoral. Fustiga a quienes protestan en la casa de los sinuosos miembros del JNE, pero enmudece frente a los cuantiosos y vejatorios insultos contra Keiko Fujimori y ante las amenazas de Perú Libre (PL) contra los demócratas.

Los demócratas sabíamos y sabemos que la candidatura de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón era turbia como el más oscuro de los pantanos. Conocíamos que Sendero Luminoso –en su versión Movadef y Vraem– y el MRTA estaban implicados en este proyecto totalitario. También advertimos la fuerza del Foro de São Paulo y ‘sus estrellas’: Cuba, Venezuela, Bolivia, Argentina y Lula da Silva.

Estas elecciones colocan al Perú ante un gran riesgo: el del caos, la destrucción y la decadencia de nuestro país. Es un parteaguas. Si elegimos el bienestar de todos –especialmente de quienes menos tienen–, podremos salir adelante. Si se persiste en el error, negando lo evidente; si el odio y la revancha embrutecen al ciudadano, será la debacle de nuestro país.

Regresamos a los 80. En el VRAEM, Sendero Luminoso mató a 16 personas que tenían una vida, quemando a un recién nacido. La matanza la perpetró un joven de 26 años, el camarada Carlos. Éste fue niño ‘pionerito’ de Sendero, una macabra escuela donde lo adoctrinaron, convirtiéndolo en un asesino. El candidato Pedro Castillo, maestro, debe pronunciarse.

Al candidato Pedro Castillo, a sus partidarios y a sus medios (los tiene) les disgusta enormemente que les digan terroristas. Esa reacción tiene como objetivo que sus adormecidos votantes no conozcan quiénes son realmente: una mezcla de senderismo Movadef, Conare con chavismo y totalitarismo.

Cierta prensa se esfuerza en presentarnos al policía bueno Pedro Castillo y al malo Vladimir Cerrón, cuando es evidente que son dos caras del mismo autoritarismo antidemocrático. Comenzó hace quince días cuando el conductor de una radio local puso en boca de Castillo que él era el único vocero en el radical Perú Libre. Bochornoso y caradura.

El debate de Chota fue violento. Las huestes de Perú Libre (PL) atacaron arteramente a Keiko Fujimori (KF) cuando ingresaba a la ciudad. A su paso, le tiraron botellas con orines chotanos y caca. Durante las intervenciones de la “China” gritaban ferozmente. No se argumente que esto ocurre en elecciones. Solo lo vimos en Chota.

Cuando al candidato presidencial por Perú Libre Pedro Castillo le preguntan por su íntima y muy documentada relación con el Movadef-Sendero Luminoso, se enerva y se victimiza. Otro político más que es un mentiroso descarado. Dicen que aconsejado, se pegó un ‘balconazo’ desde Máncora gritando: “no somos comunistas, chavistas ni terroristas”. Un Pinocho total.

El odio a Keiko es visceral, primitivo. Está metido en la piel incluso de quienes no vivieron el periodo de Alberto Fujimori. Pero, oh descubrimiento, son los padres de estos jóvenes quienes les inocularon en la mamadera que la ‘China’ es el demonio mayor.

Pedro Castillo, candidato a la presidencia por Perú Libre (PL), profesor de primaria, se reveló como un actorazo de polendas. No es nuevo en política. Fue candidato del toledismo y perdió; dejó Perú Posible el 2017. Pasó a ser dirigente del filosenderista SUTEP-CONARE, liderando una larga huelga magisterial. Se le imputó con razones su cercanía con Sendero.

En el mundo tanático que vivimos no alarma que el exministro de Transportes del gobierno de Vizcarra, Carlos Lozada, ocupe hoy la gerencia de Atención al Asegurado de EsSalud. Este personaje autorizó el pago de S/ 13 millones a Obrainsa, empresa del Club de la Construcción y que tenía obras irregulares.

María del Pilar Rivera, periodista del Congreso, recibió en el 2019 estos escabrosos mensajes de ‘wasap’ del entonces parlamentario acciopopulista Yonhy Lescano, hoy candidato a la presidencia. Era de madrugada. Le escribe: “La entrevista debe ser en privado”. Rivera contesta: “Normal, entrevista es entrevista”.

A estas alturas de la pandemia y en medio de la segunda ola, tenemos 11,000 contagiados diariamente, 50,000 muertos según cifra oficial (100,000 sin maquillaje gubernamental), carencia de oxígeno crónica y falta de camas UCI. La adquisición de las vacunas para enfrentar este mortífero mal sigue en el misterio y la inoculación es lentísima.

Desde un asentamiento humano donde reina la injusta pobreza, una niña sigue “Aprendo en Casa” por un teléfono celular. Con esfuerzo su madre, probablemente jefa de hogar, ha puesto una conexión a Internet. Aún no puede comprar una computadora, menos en tiempo de pandemia.

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