Las nuevas tecnologías tienen un lado tenebroso, éstas en manos de personas inescrupulosas constituyen un gran peligro; la delincuencia no se queda rezagada y también actúa en el orbe digital, muchas veces llevan la ventaja respecto a las fuerzas del orden; las tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) han hecho que nuestro mundo sea cada vez más abierto; sin embargo, no todo es b
Willy Ramírez Chávarry
Aprovechemos la prolongación del aislamiento social obligatorio (cuarentena) para reflexionar acerca de un tema que ha invadido nuestra existencia y que, hoy por hoy, nos ayuda a superar la distancia y el tiempo: el mundo digital.
La pandemia continúa azotándonos, manteniéndonos en confinamiento y esta situación nos hace reflexionar respecto a temas que, quizás, antes pasaban desapercibidos; por ejemplo, actividades como escribir, trabajar o navegar en Internet, no están ajenas a la moda más que al cambio profundo.
Hoy día iniciamos el mes junio, cuarto mes de aislamiento social obligatorio; el Gobierno viene decretando la reactivación económica por fases o tramos, sin embargo, observamos que a la ciudadanía simplemente no le importa y ha optado por salir masivamente a las calles, sea por necesidad o por rechazo a las medidas gubernamentales.
El Covid-19 nos viene demostrando la necesidad y la urgencia de reconstruir todo, desde la salud, pasando por la educación y todo el aparato estatal; sobre la marcha se vienen tomando decisiones, algunas audaces, otras apocadas; vemos cómo nuestro gobernante ensaya medidas dentro de la incertidumbre, con la esperanza de que la suerte nos acompañe.
Llevamos más de 2 meses de inmovilización ciudadana (aislamiento social) por el Covid-19, nos acercamos al ciento de miles de contagiados, dos millares y medio de fallecidos, la atención y la ayuda del gobierno tarda o -simplemente-no llega, la salud mental de todas las personas ya se está viendo mellada; a pesar de todo, como la mayoría de los peruanos, sigo pensando que la historia tiene una
Compasión: “Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien” (RAE).
El Covid-19 sigue cobrando vidas en nuestro país y en el mundo entero, la experiencia de los sobrevivientes debe ser única y algunos se animan a compartirla; hemos empezado a decirles que inspiran a los demás contagiados, que son unos guerreros, algunos los llaman héroes; la verdad es que han soportado pruebas imposibles y, a pesar de todo, viven para contar la historia, han vuelto más fuertes,
Esta temporada de aislamiento social obligatorio (cuarentena) sirve -también- para reflexionar acerca del mundo, de nuestro mundo, y cómo este ha ido cambiando en las últimas décadas.
El pasado 6 de marzo, el presidente de la República informaba a la nación el primer caso de infección por coronavirus Covid-19, se trataba de un joven que había retornado de un periplo por Europa.
Hoy en día tenemos una amenaza global: el Covid-19 (en inglés: coronavirus disease 2019). Esto no sería mayor problema si dejáramos de lado nuestras diferencias, gastando y adquiriendo solo lo que es necesario y buscando una solución integral; sin embargo, observamos egoísmo y polarización, lo que nos ha llevado a una suerte de paralización.
Hace pocos días, mi padre dejó esta dimensión y enrumbó al descanso eterno. Al recibir la noticia, vinieron a mi memoria, con una velocidad fantástica, la imagen de mi padre aún joven, llevándome de la mano, quizá sea aquel recuerdo inconsciente de mis primeros pasos. Con el permiso de quienes me leen, me permitiré dedicarle la columna de hoy a mi papá: don Jorge Ramírez Prado.
En el mundo de las redes sociales, donde converge lo bueno, lo malo y lo feo, es común observar diferentes “biografías” o perfiles que no necesariamente responden a la identidad de la persona que creó dicha cuenta; algunos especialistas opinan que se debería obligar a las personas a usar su verdadero nombre en este entorno, que con esto todos lo problemas se resolverían.
En la vida actual, estamos rodeados de objetos que nos ayudan a hacer todo más rápido, cada vez más rápido: se trabaja más rápido, nos comunicamos más rápido, viajamos más rápido, las operaciones bancarias, por ejemplo, son muchísimo más rápidas; pareciera que la generación actual nació con la velocidad y vemos cómo ella nos está dominando.
Quienes hemos nacido el siglo -y milenio- pasado, sabemos lo que es: escuchar la radio en la mañana, leer el periódico (algunos vespertinos) y ver el noticiero de la noche; teníamos una fe, casi ciega, en lo que los medios nos informaban.
Casi todos -o todos- hemos sido víctimas de la delincuencia; pero, cuando denunciamos el hecho ante la autoridad competente, nuestra denuncia dormirá un largo sueño, a menos que accedamos al ofrecimiento de malos servidores públicos que nos aseguran “agilizar” el trámite de nuestro asunto si pagamos un soborno; esto, que parece broma, es una triste realidad, la víctima de un crimen recibe una e
¡Depresión! Palabra de nuestros tiempos, mal que ha llevado a muchos hacia la otra dimensión; conocemos a la depresión por medio de alegorías, los poetas y escritores intentan describirla con palabras, los artistas plásticos a través de las imágenes; uno de los propósitos del arte es, precisamente, describir las emociones.
El día de ayer, domingo 26 de enero de 2020, hemos acudido a las urnas a elegir a un nuevo congreso, a la nueva representación nacional; ayer nos hemos sentido poderosos, pero ese gran poder va acompañado de una gran responsabilidad: estamos confiando el futuro de nuestra nación a un grupo de personas, quienes en los meses que quedan de este gobierno tiene la triple tarea constitucional: legisl