La política peruana suele mirar al sur andino quechuahablante solo en campaña.
José Linares Gallo
El acceso al agua potable y al saneamiento es una de las piedras angulares de la salud pública, el desarrollo humano y la productividad de un país. En pleno siglo XXI, resulta inconcebible que en Lima —la capital de un país que exporta minerales, alimentos y energía— cerca de un millón de personas viva aún sin acceso regular a este derecho básico.
El Perú ha mostrado disciplina macroeconómica en las últimas décadas: baja inflación, estabilidad cambiaria y reservas internacionales robustas. Sin embargo, esa estabilidad no se ha traducido en progreso sostenido ni en una mejora sustancial de la calidad de vida. La raíz de este estancamiento está en la ausencia de una planificación estratégica efectiva.
En la isla del Frontón se construyó una prisión en 1917 y funcionó hasta 1986 (69 años). Reabrirla como cárcel inteligente, hoy, resulta indispensable. La inseguridad no solo amenaza nuestras vidas; también paraliza la economía.
No tengo el gusto de conocer personalmente al actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga. Sin embargo, desde una mirada objetiva, es innegable que su gestión ha logrado avanzar en un proyecto largamente postergado por casi 60 años: la Vía Expresa Sur, concebida inicialmente en la recordada gestión de Luis Bedoya Reyes.
En cualquier plan de gobierno serio, propuestas para abordar la informalidad económica deben ser asumidas como un componente vinculante de la política pública. No se trata solo de reconocer su magnitud, sino de entender que, sin ella, el Perú enfrentaría 50% más de desempleo y pobreza.
En septiembre de 2025 el oro alcanzó un récord histórico de más de US$3,500 por onza, reflejo de una tendencia alcista sostenida: en los últimos veinte años, su precio se multiplicó casi por ocho, pasando de unos US$445 en 2005 a los niveles actuales. Esta revalorización, cercana al 700%, confirma al oro como activo refugio de valor histórico.
Durante años se dijo que la intervención del Estado en la economía era un error. Estados Unidos, máximo referente del libre mercado, defendía esa idea como principio. Sin embargo, hoy vemos que ese modelo ya no responde a las tensiones económicas y geopolíticas actuales.
En cualquier plan de gobierno serio, la información económica debe ser un instrumento vinculante de política pública. Solo así será posible evaluar las propuestas de los candidatos y anticipar cómo enfrentarán los retos del comercio exterior.
La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser una promesa tecnológica para convertirse en un terreno decisivo de competencia geopolítica. Estados Unidos y China, las dos mayores potencias económicas, despliegan estrategias diferenciadas que no solo buscan definir el liderazgo tecnológico, sino también imponer modelos de gobernanza global.
En cualquier plan de gobierno serio, es indispensable identificar las principales ofertas económicas del país, y el turismo, la llamada industria sin chimeneas, es una de las más estratégicas. Urge evaluar las propuestas de los candidatos y anticipar cómo enfrentarán los retos de este sector como un verdadero motor de la economía peruana.
Desde el Acuerdo Nacional de 2002 se estableció una meta ambiciosa de elevar el presupuesto educativo hasta el 6% del PBI a través de incrementos anuales de 0.5%. Esta propuesta fue presentada entonces por Mercedes Cavanillas (APRA), José Linares Gallo (PPC) y Juan Abugattás (Perú Posible).
En cualquier plan de gobierno serio, la información económica debe ser un instrumento vinculante de política pública. Solo así será posible evaluar las propuestas de los candidatos y anticipar cómo enfrentarán los retos de los próximos cinco años.
En cualquier plan de gobierno serio, la información económica debe ser un instrumento vinculante de política pública. Solo así será posible evaluar las propuestas de los candidatos y anticipar cómo enfrentarán los retos del comercio exterior.
La tecnología ya no es una herramienta, es el entorno en el que vivimos; uno que moldea nuestras decisiones, rutinas, emociones y formas de pensar. La inteligencia artificial (IA) no es un invento del futuro, actúa silenciosamente en cada búsqueda, recomendación y anuncio que recibimos. Si no aprendemos a comprenderla y utilizarla conscientemente, pasaremos de ser usuarios a ser utilizados.
El mundo ha entrado en una nueva etapa de desarrollo. La inteligencia artificial (IA) no es solo una herramienta tecnológica: es un punto de inflexión civilizatorio. En sus algoritmos, procesos y aplicaciones se juegan hoy oportunidades clave para transformar la economía, la educación, la salud, la producción agrícola y los servicios públicos.
La generación de información económica que sirva de base para un plan de gobierno debería convertirse en un instrumento vinculante de política pública, que permita conocer a los candidatos a través de sus propuestas. De ahí que empezamos por el valor de las exportaciones: la mayoría, aún, sin valor agregado.
En una ciudad donde millones de personas pueden pasar hasta seis horas al día en el transporte público, cualquier intento serio por aliviar el colapso urbano, que cada día cobra más vidas, merece atención. En ese sentido, la reciente llegada de trenes donados desde Estados Unidos —gestionados por el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga— ha generado tanto expectativa como críticas.