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Juan Carlos Ruiz Rivas

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Para un científico social que se respeta, lo cierto es aquello que podemos describir como un suceso. No lo son las antojadizas interpretaciones que explican sus orígenes filosóficos, sino la explicación ontológica de cómo sucedieron los hechos, identificándolos como proceso social. Sin sustento real y demostrable, las narrativas se convierten en pura ficción.

¿Cómo no estar orgulloso de un país que es capaz de organizar los mejores Juegos Panamericanos de la historia? Un país que tiene la mejor hinchada del mundo. Un país donde “jugamos todos” si nos lo proponemos. Un país que muestra con éxito su multiculturalidad a través de danzas vivas. ¿Cómo no quererte Perú?

Si alguien me preguntara por qué habría que temerle a la palabra “pueblo”, se me ocurren algunas respuestas que espero sirvan para la reflexión.

Las sociedades civilizadas establecen reglas de convivencia claras, evitando conflictos que impongan por la fuerza bruta el interés personal. El objetivo es imponer el interés público, consolidando una institucionalidad que no permita el abuso de unos sobre otros. De allí la importancia de élites y autoridades, quienes toman decisiones que garanticen esa convivencia.

La historia de siempre. Nuestras autoridades siguen generando políticas públicas sin pensar en lo más mínimo la problemática de nuestra ciudad.

¿Quiénes ganan con el enfrentamiento entre fuerzas políticas? ¿Quiénes ganan cuando se agudizan las contradicciones? ¿Quiénes ganan cuando no logramos ponernos de acuerdo y fracasan nuestros espacios de diálogo y concertación? La respuesta es simple: radicales y conservadores. Y en circunstancias como las que hoy vivimos, se convierten en amos y señores de nuestras tierras.

Las últimas semanas, los opinólogos empresariales alertan sobre lo terrible que sería dejar pasar la oportunidad de iniciar un proyecto tan importante para el país como Tía María. ¡Están en lo cierto!

Algo que no debe olvidar el Gobierno es que la economía del país se mueve gracias al sector privado. Se refleja en la generación de empleo sostenido, en índices de consumo de la canasta básica familiar y en el emprendimiento del comercio y los servicios.

Resulta inaudito que algunos peruanos atribuyan al uso de un “mandil rosado” la capacidad de destruir el honor y la memoria de una institución castrense. Es tan absurdo como creer que su uso puede provocar también –como por arte de magia– cambios profundos en comportamientos sociales profundamente arraigados en el imaginario popular.

Hace bien el ministro de Economía, Carlos Oliva, en explicar públicamente las recientes medidas propuestas por el MEF respecto al Impuesto Selectivo al Consumo. Anuncia para julio, incluso, medidas reactivadoras –cual shock de inversión– para darle vuelta al pesimismo que impera en el empresariado.

Soy un convencido de que hoy en el país un “eficiente” actor privado siempre será mejor gerente y administrador de empresas que un funcionario público. La razón es muy simple. El burócrata peruano no tiene en su ADN el chip de generar riqueza ni fines de lucro. Pero de allí a creer que no pueden existir empresas del Estado hay un mar de distancia.

Hace bien el Gobierno en patear el tablero político, cuando solicita cuestión de confianza al Congreso de la República, por una Reforma cuya puesta en marcha viene siendo postergada por nuestros legisladores.

¿Se han percatado que las reformas políticas propuestas por el Ejecutivo no tienen un plan de marketing público bajo el brazo? ¿Se han percatado que las observaciones del Legislativo tampoco? ¿Se han preguntado por qué nadie tiene claro aún cuáles son los objetivos y beneficios concretos de su implementación?

Hace bien el alcalde de Lima, Jorge Muñoz, cuando pone paños fríos en un tema sensible para los limeños como son los contratos de concesión Línea Amarilla y Rutas de Lima, manchados por la corrupción, según propia confesión de la mismísima ex alcaldesa, Susana Villarán.

Termino una maratón de fin de semana con Netflix viendo la segunda temporada de “El Mecanismo”. Confirmo que, a pesar de los importantes avances que la investigación fiscal Lava Jato tiene en el Perú, solo vemos la punta de un iceberg.

Hace bien la congresista Úrsula Letona cuando exige al Gobierno definir claramente ¿quién lidera la lucha contra la desnutrición en el país y, por lo tanto, la estrategia integral y multisectorial contra la anemia?

Las sociedades modernas requieren élites gubernamentales, políticas y empresariales que tracen el rumbo a seguir por sus ciudadanos. Soy un convencido, por ello, que estas deben recibir una formación distinta, con el objetivo de cumplir el rol específico que su servicio demanda. Pero esto NO significa que la condición de élite sea hereditaria por consanguinidad o por clase.

Más allá de explicarnos la psicopatología que esconde el suicidio del dos veces presidente García, o la disputa por circunscribir su muerte entre el “honor” y la “vergüenza”, lo cierto es que la fatídica decisión de quitarse la vida, en el preciso instante en que iba a ser detenido por supuestos actos de corrupción, sirve para dar por concluido un ciclo político en el país.

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