ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Carlos Anderson

Un total de 15 congresistas no tienen bancada.

Sin proponérnoslo, el Perú se perfila como el primer campo de batalla en la Guerra Fría 2.0 entre los Estados Unidos de Norteamérica y la República Popular China. El epicentro de la confrontación se encuentra a 30 kilómetros al norte de la ciudad de Lima, en el ya famoso nuevo puerto de Chancay, todavía en construcción.

Las citas bíblicas sirven no solo para conocer mejor los misterios divinos. Sirven también para conocernos mejor en nuestra calidad de seres humanos imperfectos. Muy imperfectos.

El Estado peruano vive una guerra no convencional, donde el enemigo no siempre está bien definido. A veces, se disfraza de héroe o heroína –Batman y Robin han sido mencionados, entre otros súper héroes–. Otras veces se viste de institucionalidad –como en el caso de la Fiscal de la Nación o la Presidenta de la República– y otras sencillamente se oculta detrás de fachadas de legalidad.

La palabra “intolerancia” proviene del latín y significa “cualidad del que no puede aguantar, sobretodo, otras opiniones”.

Nadie a quien culpar sino a nosotros mismos. La mentira como método, la tolerancia frente a la corrupción y los corruptos, la “normalización” de verdaderas tragedias nacionales –disfrazadas de meros datos estadísticos– y el miedo casi patológico al cambio constituyen las cuatro principales fallas estructurales del edificio moral de los peruanos.

“La Muerte Lenta de Luciana B” es una novela casi policial, pero que –en esencia– constituye una reflexión sobre el poder y una parábola sobre el mal en estado puro.

El caso más famoso de amenaza de extorsión de los últimos tiempos es, sin duda, el de la mamá del jugador de futbol Paolo Guerrero. Conocida la amenaza, el ministro del Interior, el alto mando de la Policía Nacional y hasta el primer ministro Alberto Otárola salieron a los medios de comunicación a dar garantías de que nada malo le sucedería a doña Peta —como se conoce a la mamá del jugador.

Tiene suerte el Contralor General de la República, Nelson Schack.

En idioma inglés se les conoce como “copycats”.  Una traducción aproximada sería “imitador”.  Pero, para que la traducción sea más cercana al sentido original habría que añadirle un adjetivo calificativo: primero se me ocurrió añadirle el peruanísimo “huachafo”, pero creo que en este caso más acertado es añadirle la palabra “chicha”. Sí, los “imitadores chicha”.

No se trata de la “furia” de Barcelona, sino de su feria anual de la industria audiovisual, llevada a cabo en la Gran Vía Venue de L’Hospitalet de Llobregat. Precisamente, desde este enorme recinto escribo esta columna, fascinado por la rapidez del avance tecnológico en medio de esta Cuarta Revolución Industrial.

De manera sorprendente, una congresista que proviene de las canteras de “la izquierda” –mi colega Kathy Ugarte, ex Perú Libre, ahora de la bancada de Unidad y Diálogo– ha planteado sin ambages una profunda reforma del Estado peruano.  Profunda en cuanto a su forma de organizarse, reduciendo “a lo Milei” el número de ministerios de 18 a 9, fusionando diversos ministerios según afinidad.

Aunque oficialmente el Congreso de la República está en receso, estos días sesiona muy oronda la Comisión Permanente del Congreso. Y lo hace con total legitimidad, tal y como lo dispone el actual Reglamento, discutiendo y aprobando proyectos de ley que no requieran mayorías calificadas, como son, por ejemplo, aquellas que alteran preceptos constitucionales.

Desde la perspectiva de un 4 de Enero como hoy, la fecha del 28 de Julio 2026 parece toda una eternidad. Y es que, en la teoría especial de la relatividad del tiempo, en términos políticos, 854 días –esto es 2 años, 4 meses y un día– con certeza lo es. Una eternidad desde la cual ninguna de las certezas de hoy tendrá mayor relevancia.

En Argentina, todos tratan de descifrar –en su doble acepción, de dificultad y solapada intención– los intríngulis del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) del presidente Javier Milei, algunos desde la esperanza y otros desde la desesperación.

A juzgar por el repentino debate acerca de la “bicameralidad” iniciado en la sesión plenaria del Congreso de la República de la semana pasada, el tema de la reforma política no estaba muerto; simplemente se había ido de parranda.

Cuarenta años atrás, recibí una invitación del entonces jefe de la página editorial de EXPRESO, Manuel D’ornellas, para que escriba una columna. Fue mi primera aparición en la prensa nacional. La titulé como acabo de titular esta columna. Un mismo título para dos historias un tanto diferentes, pero con interesantes puntos de contacto.

PUBLICIDAD