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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

Tras el putsch comunista detrás de Pedro Castillo, liderado por Vladimir Cerron con el objeto de convertirnos en Venezuela ll, ahora Boluarte encabeza el régimen de la Gestapo criolla para consolidar en el poder a la mafia caviar; tan peligrosa como los marxistas, leninistas, estalinistas que comanda el aún prófugo Cerrón, quien lleva setenta y ocho días desaparecido y a quien la Policía caviar

La presidenta Dina Boluarte sigue ahondando la crisis nacional con sus naderías y ridiculeces. Sin saberlo bien, las exhibe muy oronda como jefe de un Estado en franca descomposición. Obviamente aprendió de su exjefe, el golpista, ágrafo y ultracorrupto Castillo, de quien Boluarte fue vicepresidente.

Tanto va el cántaro al agua… que pronto ocurrirá alguna sorpresa muy grave en el Perú. Hemos llegado al extremo; al límite de lo imaginable en cuanto a desórdenes constitucionales y a violaciones legales. ¡Además de graves quebrantos al Estado de derecho! Al extremo de estar provocando peligrosamente las iras del ciudadano.

Hace décadas, al Perú lo lleva de las narices un individuo dedicado a manipular a los peruanos de acuerdo a los dictados que recibe de sus patrones en el extranjero, quienes financian a una oenegé, Instituto de Prensa y Sociedad IPYS, desde donde él opera impunemente para imponerle al Perú doctrinas dictadas desde ghettos transnacionales, pagado por multimillonarios planetarios abocados a jugar

El viernes pasado, esa sabandija conocida como César Acuña le facilitó a su súbdito, el impresentable presidente del Congreso, Alejandro Soto, una daga con la que este le asestó una fatal puñalada al poder Legislativo, que pudiese acabar –muy pronto– desatando una nueva clausura –en esta ocasión, por tiempo indefinido– al que, décadas atrás, denominaron primer poder del Estado.

Somos un país prostituido por una mafia caviar, enriquecida a costa de asaltar el Estado cumpliendo su papel de poder espurio –detrás de los gobiernos–, haciendo y deshaciendo para, precisamente, esfumar las pruebas que culpan a sus amigotes –Odebrecht, Graña MQ, PPK, Toledo, Humala, etc.– de haberle robado US$ 25,000 millones al Estado, vía la corrupción.

Si el Congreso –máximo representante de la sociedad– adopta hoy la única medida que le queda para evitar ser nuevamente cerrado, humillado y desacreditado –cesar a todos los miembros de la Junta Nacional de Justicia JNJ– tendrá la oportunidad quizá única para salir del entrampamiento en que está.

Conforme avanza el siglo XXI, la degeneración de lo que antes se conoció como la clase política peruana profundiza el saqueo del Estado y desprecia, cada vez más, el respeto que esta gente le merece a su sociedad que, al final de cuentas, es la que, a través de elecciones generales, elige a los políticos que la representen para administrar los tres poderes del Estado.

Ayer, la agencia de noticias EFE lanzó una alerta sumamente complicada para la, de por sí, resquebrajada imagen internacional de nuestro país.

Estaba más que cantado.

La estrategia del cargamontón caviar contra la ahora ex Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, forma parte de la decadencia de la política criolla. Este modelo canallesco es y ha sido utilizado con éxito -en demasiadas ocasiones- desde que la caviarada ponía la puntería a cierto cargo público estratégico en las alturas del poder político, ocupado por gente ajena a ella.

La incompetencia, los intereses personales y la delincuencial indiferencia de quienes, en abril de 2021, postularon rogándole a Juan Pueblo les respalde en las elecciones, para ser sus representantes ante el Parlamento y dar batalla para defenderlos frente al abuso del poder y/o la falta de atención a sus problemas, es esa fórmula pérfida, delincuencial que impera hoy en lo que alguna vez se ll

Estamos sobreviviendo tiempos de completa irrealidad, trajeada de objetividad; de conmovedora injusticia disfrazada de equidad; donde los delincuentes fungen de piadosos y viceversa. Como el título de esta columna, en estos tiempos –verdaderamente trágicos– sobrevivimos en el Perú en un “mundo al revés, donde nada el pájaro y vuela el pez”.

Desde comienzos de siglo, la organización caviar opera en el Perú sin respaldo público. ¡Concretamente, sin el voto popular! Por eso, reina –más que gobierna– basada en la excesiva influencia que viene acumulando desde cuándo empezó el régimen del corrupto Toledo, patriarca de la generación caviar peruana.

No podemos ni debemos permitir que una corte de foráneos, imbuida del pensamiento progre comunista, intente someter al Tribunal Constitucional de nuestro país mezclando asuntos absolutamente ideológicos, que nada tienen que ver con los aspectos jurídicos –menos aún con conceptos perceptuales– como aquellos que dicta nuestra Carta Magna.

La cerrada defensa que hace La República al espía cubano que funge de embajador en Perú -sosteniendo que “no asistió” a una reciente protesta social en Cuzco, embrionaria de una asonada anunciada para Lima y otros puntos del territorio- es tan grosera que confirma la estancia del “gallo” Zamora en aquel aquelarre.

Se sigue ahondando el estado de anomia en que se encuentra el país.

¡El Congreso tiene la palabra! Es más. El Legislativo tiene que actuar ya, utilizando todas las prerrogativas que le confiere la Constitución.

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