Usualmente dejamos a buen recaudo los equipajes que llevamos durante largos viajes. Desde que llegamos a este mundo, realizamos interminables viajes, los que muchas veces son sin salir de casa. Solo así nuestra frágil memoria puede concebir y ser como un fiel testigo de los días de brillo, gloria, júbilo y también de tempestades, penas y desventuras.
Sixto Sarmiento
En Lima, el 23 de setiembre de 1975, el poeta Carlos Zúñiga Segura, en su hogar de Magdalena del Mar, fundaba la revista de poesía La manzana mordida. Los invitados fueron recibidos con una manzana acaramelada, cosa inusual para eventos culturales. Esto sucedió mucho antes que Steve Jobs, Steve Wozniak y Rolnald Wayne fundaran Apple.
Ella, una maestra de educación inicial y él, un maestro de matemáticas. Ella aún muy joven y él, próximo a jubilarse. Ambos trabajan en escuelas públicas.
Arreciaba la frígida mañana de julio, cuando aún permanecía en mi cuarto escapando del frío y de esos invisibles corsarios de la muerte. De pronto oí el sonido dolido del timbre, la insistencia del llamado era preocupante. Por la ventana divisé a una persona que pintaba los 40 años, abrigada apenas con una casaca oscura haciendo más lúgubre la mañana. Me saludó con amabilidad.
Imagine usted un espacio de puertas abiertas, donde el ingreso se paga con su simbólica presencia y la comodidad se disfruta en un escenario donde el desorden y el bullicio son opacados por cantos, lecturas y declamaciones de quienes llevan un granito de arena para construir, poquito a poco, una obra mayor que se llama identidad.
Judith Acuña Pichilingue nació en el corazón de Barrios Altos, entre el colegio San Idelfonso y la Escuela de Bellas Artes. Imagino que apenas vio la luz lo hizo cantando al compás de guitarra y cajón. Desde niña destacó por su particular voz. Apenas a los catorce años ya brillaba en inimaginables escenarios.
Narra el cuento que hace años un burro, un perro, un gato y un gallo decidieron marcharse escapando de sus amos para evitar el sacrificio. La razón de tremenda sentencia: su vejez, sus inutilidades domésticas y ser “buenos” solo para comer. Camino hacia la ciudad portuaria de Bremen lograron entenderse mejor que los humanos. Ya cerca de la ciudad, la oscuridad los sorprendió.
La copiosa lluvia oscurecía el día volviendo aún más lúgubre esta incierta ciudad. Por la carretera Panamericana llegaba, a velocidad lenta, un camión que normalmente transportaba ganado vacuno. El chofer, a pesar de estar agobiado por el cansancio, exhibía un semblante alegre. En sus ojos se reflejaban: el rostro de una mujer sonriente, niños saltando y ancianos cuyas arrugas desaparecían.
La mañana perfila que hoy también será un día frígido y duro. Los niños aún duermen, pero pronto despertarán, saben que en la improvisada cocina, el desayuno es un ingrato pasajero que nos ha abandonado. En la casa contigua, las negras nubes rondan con su mensaje de incertidumbre y oscuridad.
Días difíciles los que estamos viviendo. En estos instantes muchos héroes anónimos batallan, alejados de sus familias, poniendo en riesgo sus vidas. Son nuestros HÉROES de blanco quienes junto a policías, militares, bomberos, trabajadores de limpieza y otras personas enfrentan a este mal que trata de arrinconarnos.
¿Cómo habrá sido en otros tiempos? ¿Imagina usted vivir sin papel higiénico? Hemos pasado de usar diversos objetos y materiales inimaginables a cambiar la ubicación de nuestro manoseado y cuidado cerebro al lugar de nuestro inteligente tafanario.
Caminando por las calles del centro de Ámsterdam, entre añejos árboles de alisos que atestiguan y revisten testimonios vivos sobre sucesos trágicos que nunca debieron suceder, llegas a la calle Prinsengracht 263: es “La casa de atrás” donde vivió escondida nuestra valiente niña Ana. Ahora es un concurrido museo llamado Casa de Ana Frank.
[8:27 a. m., 21/2/2020] Harold Alva: Caminando por el Centro histórico de Lima te cruzas con ciudadanos de todo el mundo. La alta afluencia de turistas a nuestra ciudad es notoria y alentadora. Nuestros visitantes sufren asombrados el infernal bullicio circundante, sin imaginar la creciente inseguridad.
Se vivían días difíciles en Ayacucho. Las penas de sus pobladores eran arropadas por oscuras nubes agazapadas. Por eso, los ayacuchanos apaciguaban con suspiros, la esperanza por mejores tiempos en plazas, calles y esquinas.
Cada vez son menos las personas que obsequian un libro y muchos menos quienes los leen. Situación lamentable y apena que sea así.
Leer un libro es una de las actividades con mayores satisfacciones. “En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia” escribió Miguel de Cervantes, dando la puntada precisa a nuestra razón de ser.
Los “otros embajadores” del Perú son también efectivos y su labor es siempre de alto impacto. Debemos mucho a quienes silenciosamente han llevado y llevan el nombre de nuestra patria a lugares donde se pensaba imposible llegar. Este es el caso de nuestros embajadores dedicados a difundir la gastronomía peruana en otros países.
A estas horas miles de profesores, en todo el Perú, viven una vía crucis atormentados bajo las garras del SIAGIE (Sistema de Información de Apoyo a la Gestión de la Institución Educativa).
En el sur de Ayacucho, en Lucanas, Puquio, San Juan, Útec, Ccochapata y en las cabezadas de Lucanas, las familias, en particular los niños esperan con ansias la llegada de las cuadrillas de Los Negritos, quienes ingresan bordeando las pintorescas esquinas de sus pequeñas plazas donde la magia, de su canto y danza, hace retumbar sus corazones con alegría y esperanza.