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Luis Otoya Trelles

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En unos días, la señora Dina Boluarte cumplirá dos años de haber asumido la presidencia de la República. Debemos reconocer que lo más destacable de su gobierno ha sido el malabarismo para lograr mantenerse en el poder con sólo el 3 % de aprobación a su gestión.

El gobierno de Dina Boluarte, a pesar de contar con el respaldo de una mayoría convenida en el Congreso, se siente acorralado. Desde hace dos años, la presidenta no gobierna. Solo la vemos preocupada, victimizándose ante las denuncias que la involucrarían a ella y a sus principales funcionarios.

En el colegio y la universidad era “normal” el “callejón oscuro” para celebrar un logro, la bienvenida o el cumpleaños de alguien. Para “aplicarlo” se formaba un pasadizo con dos hileras de muchachos, unos frente a otros, que “apanaban” a manotazos al “celebrado”, quien debía cruzarlo de principio a fin. No éramos conscientes de que había violencia en nuestra “diversión”.

Hoy se cumplen cien días desde que la señora presidente no brinda entrevistas a la prensa ni convoca a conferencias. Es difícil augurar que Boluarte concluya su mandato mostrando poca transparencia e imponiendo su silencio para no rendir cuentas, ni responder a los cuestionamientos, denuncias o investigaciones de la Fiscalía, que presuntamente la involucrarían.

Sólo comparable con los momentos más críticos y violentos de nuestro país, los peruanos de las zonas urbanas nos sentimos tan amenazados e inseguros como antes. Ahora nadie está libre del sicariato, extorsiones, asaltos y asesinatos. Sobra en este gobierno gente incapaz que, por su inacción, nos tiene en permanente zozobra.

Hace una semana falleció el presidente Alberto Fujimori, fundador del movimiento político más importante del Perú. La vida de Fujimori, en los últimos 34 años, ha transcurrido entre pasiones, amores y odios.
Fujimori, siendo un gran matemático, no pudo calcular ni proyectar, en 1990, la trascendencia de su gobierno.

Sabios refranes pasaron de generación en generación, gobierno tras gobierno, dejando enseñanzas que debieron llevarnos a reflexionar. Lamentablemente, ante el caos existente, parece que no aprendimos nada.

Si no logramos retomar el camino para impulsar nuestra economía, generando confianza para atraer inversión y dar empleo digno a millones de peruanos, será muy difícil frenar los avances de quienes ahora promueven el caos para tomar el poder e imponernos la misma fórmula aplicada en Venezuela para hacernos más pobres y dependientes.

Las elecciones en Venezuela han confirmado que la retorcida izquierda y su modelo comunista no pueden ganar sin hacer trampa.

El deterioro de nuestra agricultura comenzó con la fracasada reforma agraria del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, quien, por sus hepáticas decisiones y odios ideológicos, expropió las tierras a sus dueños para entregárselas a humildes campesinos que, no estando preparados para administrarlas, no supieron qué hacer con ellas. Cincuenta y cinco años después, lo seguimos lamentando.

La ley, la justicia y la verdad son las columnas en las que se sustentan la libertad y el respeto a nuestros derechos. Debemos persistir para que la justicia prevalezca siempre. No podemos permitir que grupos interesados en “normalizar” el abuso y la corrupción se coludan para manipular nuestro sistema de justicia.

El reciente anuncio de Alberto Fujimori de afiliarse a Fuerza Popular es un tremendo respaldo a su hija Keiko y fortalece al partido que ella fundó para darle continuidad al fujimorismo.

Martín Vizcarra viene siendo denunciado ante la justicia por presuntos actos de corrupción que habría cometido antes, cuando fue gobernador regional de Moquegua, después, como ministro de Transportes y Comunicaciones con PPK y finalmente por sus perversos actos pandémicos y golpistas como presidente de la República.

Patricia Benavides ha sido destituida por la Junta Nacional de Justicia, justo dos semanas antes de cumplir sus seis meses de suspensión. Para algunos este acto ha sido irregular porque antes, el Congreso, debió aprobar acusarla constitucionalmente.

Sabemos que los principales temas a resolver son enfrentar la corrupción y llevar adelante una reforma estructural del sistema de justicia. Lamentablemente los políticos aún no se ponen de acuerdo.

El valor de la verdad ha perdido un espacio importante en nuestra sociedad. Nuestros niños deben crecer siendo conscientes que por encima de todo está la verdad. Nuestro compromiso con la verdad se sustenta en la formación que tuvimos en casa, a las enseñanzas que recibimos en el colegio o nuestras iglesias.

Los que tuvimos la oportunidad y el privilegio de estudiar en los colegios públicos, hasta antes del año 2000, reconocemos que recibimos una educación de buena calidad. El conocimiento adquirido nos dio la posibilidad de competir profesionalmente, en igualdad de condiciones, con los alumnos que fueron educados en los mejores colegios privados.

Pareciera que Dina Boluarte se hubiera propuesto hacérsela más difícil a quienes todavía defienden su permanencia en el gobierno, porque consideran acertadamente que vacarla ahora sería un salto al vacío.

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