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Luis Otoya Trelles

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En la conformación de la Mesa Directiva y la elección del presidente del Congreso vemos “coqueteos” inimaginables que generan rumores, especulaciones e intrigas que no deberían sorprender, ni asustar a nadie, porque ya son parte de las actividades “protocolares” de fiestas patrias.

La ética en el Congreso es para algunos legisladores una palabra de cinco letras que no significa nada. Otros, por conveniencia, la ningunean. Unos pocos la respetan y por sus actos se diferencian, pero deben sentirse frustrados ante tanta mediocridad.

Vivimos una tremenda crisis política entrampados en medio de un Ejecutivo sin bancada y un Legislativo fragmentado que, salvo honrosas excepciones, buscan aferrarse a sus cargos el mayor tiempo posible, escudados por leyes y reglamentos que hacen inviables las reformas tan necesarias para avanzar y dar solución a los grandes problemas del Perú.

Pedro Castillo descubrió el “talento” de algunos nuevos congresistas y para ponerlos de su lado los “enamoró” con promesas que cumplió. Bruno Pacheco los bautizó como 'los niños' porque obedecían dócilmente. El perverso compromiso que asumieron fue defender con sus votos la permanencia del corrupto mandatario.

La prensa y los periodistas que con valor van detrás de la verdad, se ven permanentemente amenazados por el poder de la corrupción que, buscando impunidad, pretende silenciarlos.

Formo parte de una numerosa familia provinciana que vino a Lima cuando yo tenía tres años y mis padres siete hijos. Nuestros primeros años en la capital fueron duros. El presupuesto familiar se financiaba con el salario de mi padre que se desempeñaba como empleado público y los "cachuelos" de mi madre que apoyaba desde casa cosiendo para una tienda de ropa.

Los desastres que ocasiona el "Niño" son un viejo problema que los gobiernos de las últimas dos décadas no han tenido la más mínima intención de enfrentar o no han sabido cómo hacerlo para darle solución.

Los que hemos sido testigos de los abusos cometidos en contra de la libertad de expresión durante la dictadura militar de Velasco Alvarado, sabemos que la iniciativa legislativa recientemente presentada por congresistas de Perú Libre es una perversa maniobra para “regular” los contenidos de la programación de la televisión y la radio, buscando neutralizar a los medios de comunicación y sus peri

Dina Boluarte, al asumir la conducción de nuestro país, no ha disfrutado la tradicional "luna de miel" que la oposición acostumbraba dar como tregua a un nuevo mandatario. Por demorarse en tomar distancia con su antecesor, ha hecho totalmente suyo el desgaste del gobierno del que ella también ha formado parte.

Mi madre se llamaba Severa. Mis abuelos fueron injustos al llamar así a la mujer más amorosa y sensible del mundo. Severita no fue a la universidad, pero era muy sabia. Su coraje y perseverancia le permitió sobreponerse a la adversidad para sacar adelante a sus ocho hijos. Ella nos motivó a estudiar para poder competir, inculcándonos tolerancia y respeto a los demás para ser mejores personas.

A diario vemos en las calles a peruanos indignados formando parte de la turba que exige, sin argumentar, un referéndum para cambiar la Constitución vigente. Lo que parece no saben es que la carta magna se puede modificar desde el Congreso en cualquier momento, parcial o totalmente. Se necesitan puntos de coincidencia, buena voluntad y votos. No es necesaria una Asamblea Constituyente.

El ultimátum de Dina Boluarte al Congreso, conminándolos a aprobar el adelanto de elecciones para octubre, sólo sirvió para identificar a congresistas de diversas bancadas que consideraron el mensaje como una amenaza a sus intenciones de mantenerse en su curul hasta julio de 2026.

Hace dos semanas la Policía parecía no tener el respaldo político para garantizar, mantener y restablecer el orden interno que le exige la ciudadanía al Gobierno para encontrar una salida viable al caos generado por grupos radicales que, con violencia, nos quieren imponer su agenda política.

Dina Boluarte debe legitimar su transitorio mandato enfrentando con firmeza las protestas de la izquierda radical, aliada de la subversión y de Evo Morales con sus operadores bolivianos, quienes, respaldados por una turba de delincuentes financiados por las actividades ilegales y la corrupción, buscan desestabilizar su gobierno.

Desde hace tres décadas Alberto Fujimori despierta pasiones y odios. La disolución del Congreso, la captura del genocida Abimael Guzmán y la corrupción en su gobierno marcaron su vida. Es admirado por quienes, agradecidos, reconocemos lo mucho que hizo por nuestro país en su momento más difícil.

La violencia lumpenesca es la desesperada respuesta del “corrupterrorismo” para contrarrestar el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo. Busca ilusamente liberarlo y restituirlo, cerrar el Congreso y convocar a una asamblea constituyente.

Después de conocerse los controvertidos resultados de las elecciones 2021 se preveía que la oposición en el Congreso sería una sólida mayoría que, en equilibrio de poderes, fiscalizaría y ejercería control político al gobierno de Pedro Castillo.

El gobernante repite promesas que nunca cumple. Sus ministros mienten con tanto cinismo como si las mentiras de tanto repetirlas se convertirán en verdad. En el Congreso las loables intenciones de algunos buenos legisladores se frustran con el floro de “aquellos y aquellas” que discursean rojos de indignación y votan en verde complicidad.

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