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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

El país sigue en emergencia. El estado de cosas no sólo no mejora, sino empeora. El daño que produjo el golpista Pedro Castillo –durante año y medio de desgobierno– simplemente ha sido devastador. Y la inexperiencia de la presidente Dina Boluarte es demasiado obstáculo para el esfuerzo que despliega su primer ministro Alberto Otárola.

El Perú ha regresado a sus viejas épocas de pobreza, de retroceso y desinversión. Consecuentemente, a aquellos tiempos aciagos del malestar social, inestabilidad generalizada y, subsiguientemente, de crisis total y agudización de las pendencias entre pobres y ricos. La situación no es nueva. ¡Ni mucho menos sorprendente!

Da la impresión que la pose de la Junta Nacional de Justicia, ante nuestro sistema Judicial -basado en la Constitución y el Estado de Derecho-, responde a una táctica de la izquierda internacional para introducir en el Perú este peligroso mecanismo de manipulación, de nombre anglosajón “Warfare”; donde War en español significa guerra, y Fare desempeño.

¡Sucesivamente, entre 2011 y 2021 siete presidentes nos han desgobernado! En buena medida, debido a la implosión de la clase política.

El Perú es víctima de una conjura comunista internacional, patrocinada por el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla en connivencia con Cuba –junto al comunismo internacional–, incluyendo a organismos transnacionales como la CIDH (sucedánea de la OEA) e izquierdas afiebradas de todos los continentes.

Si la vida de los peruanos ya es complicada, ¿para qué facilitársela? ¿Por qué mejor no complicar más su situación, en vez de simplificarla, de modo que nos necesiten para resolverla y con ello seguir siendo indispensables? Posiblemente así razonen los políticos peruanos.

Según el siempre bien informado medio virtual Infobae, el régimen de Pedro Castillo estuvo muy próximo a adquirir diferentes programas, tanto de vigilancia como para espiar y desprestigiar al oponente, como el software de inteligencia israelí Pegasus.

En la sociedad peruana existe gente incalificable que se cree superior.

¡Para propios y extraños, el Perú de fines de la centuria anterior fue un país invivible! Entre las décadas de los ochenta y noventa del siglo veinte, los peruanos sufrimos uno de los más despiadados, sanguinarios y mortíferos ataques terroristas que registre la historia.

Aprovechando su cuarto de hora de deslumbramiento, la noche del viernes pasado –previa despedida con todos los honores– volaba otra vez en el avión presidencial la presidente Dina Boluarte, para presentar –en el país que visite– una escena bucólica del Perú diciendo “hoy somos un país seguro”.

Cuando los gobiernos desatienden al Estado; cuando el Congreso se despreocupa en hacerlo; y/o cuando todas las entidades estatales claudican de su obligación de salvaguardarlo y conducirlo diligentemente, ocurre lo que ahora le sucede al Perú: la implosión del Estado. Y con ello, el abandono de este como responsable de velar por la ciudadanía, reflejándose todo aquello en una crisis nacional.

Evidentemente, la Comisión de la Verdad –y esa red caviar que se ha apropiado de espacios estratégicos del Estado, como la Junta Nacional de Justicia (JNJ)– fueron instigadoras, tanto del excarcelamiento de mil o más de terroristas condenados por nuestra Justicia como de su posterior “reinserción en la sociedad”.

La cancha está trazada. ¡Este partido empezó a finales del siglo pasado! El Perú juega contra tagarotes, propietarios de inacabables fortunas que, a través de unos entes que no pagan impuestos ni declaran el multimillonario movimiento de recursos que realizan en cualquier país, financian subrepticiamente a una secta cuasi masónica, conocida como caviares, para que juegue contra el Perú.

En 2018, Julio Guzmán, entonces líder del “partido” morado, celebraba una reunión íntima en un hostal miraflorino con Liliana Medina Acurio, camarada de su cofradía política. Súbitamente, alguna vela que ambientaba la habitación prendió fuego a la alfombra o una cortina. ¡Guzmán puso pies en polvorosa!

El ministro de Economía, Alex Contreras, es “una buena persona”, a decir de Ismael Benavides, su excolega del ministerio más importante del país. No obstante, aquello no basta para dirigir este sector gravitante en la estabilidad del país; y sobre todo, fundamental para la ciudadanía. ¡Debe complementarse con un equipo acorde con las circunstancias y, además, con la magnitud del problema!

Los gobiernos de izquierda que hemos tenido desde 2011 -Humala, PPK, Vizcarra, Sagasti y Castillo- son responsables del caos generalizado en que se encuentra hoy nuestra nación. A su manera, cada cual contribuyó a resquebrajar la calidad de la gobernanza del país, impulsados por su soberbia y desinterés en la ciudadanía.

El populismo es clave para la izquierda. Disfrazándose de buenista, logra engañar a los incautos. Por eso los rojos acceden al poder con más facilidad que sus némesis de derecha. ¡Regalar dinero ajeno vende muy bien! Sobre todo entre los desvalidos que carecen de trabajo, debido a la informalidad que fomentan los izquierdistas con su fiebre de impuestos por quítame estas pajas.

En medio de una amenaza ciudadana de pronóstico reservado, secuela del criminal abandono de sus obligaciones de gobernantes como Humala, Kuczynski. Vizcarra, Sagasti, a su vez exacerbada por el golpista/agrafó/prosenderista Castillo y, sin la menor duda, continuada por la presidente Boluarte, nuestra sociedad soporta una ilimitada violencia delincuencial, sin precedente.

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