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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

Comentábamos ayer la estupenda iniciativa del colectivo que lidera Lucas Ghersi para promover un referéndum dirigido a descartar la asamblea constituyente como sistema para transformar la Carta Magna, manteniéndose el régimen actual que dispone que sólo puede ser modificada, reestructurada y/o variada por el Congreso Nacional.

Perú es un país partido en dos porque un vicepresidente felón complotó para asumir la jefatura del Estado y luego, de la mano del encargado de la presidencia nacional por el Parlamento, se abocaron a traicionar a media nación, favoreciendo criminalmente los intereses del comunismo. Hoy somos una sociedad que se enfrenta ineludiblemente al choque de trenes.

La izquierda, acostumbrada a ser dueña de las calles, portaestandarte del buenismo, señora de la moralidad, abanderada de verdad, entre otros atributos falsarios, está con los ojos cual huevo frito por la reacción del centro –derecha e izquierda–de la sociedad peruana, amenazada por una elecciones fraudulentas impulsadas por el comunismo y validadas por la progresía caviar, hasta hoy mandamás

De manera subrepticia y draconiana, el 9 de este mes el esperpéntico régimen Sagasti publicó en El Peruano la ley 31264 que, entre otros atentados que violan los derechos constitucionales que amparan a los propietarios de inmuebles exclusivos y/o comunes (éstos últimos representados por Juntas de Propietarios), los conmina a: 1).

El régimen Sagasti (al cual, con toda justicia, Mario Vargas Llosa le enrostra favorecer la candidatura de Pedro Castillo, quien postula por el partido comunista Perú Libre; a su vez envuelto en un presunto y gigantesco fraude en mesa), engaña al país respecto a la vacunación. Prometió aplicar 15 millones de dosis hasta este mes. Sin embargo, apenas van cuatro millones de viales.

El término preciso es conspiración. Lo que ha venido gestándose en este país desde la debacle de Kuczynski -sucedido por el miserable Vizcarra-, no es otra cosa que una enorme conspiración de la izquierda caviar, para capturar el poder formal.

Después de 62 años de asesinatos –primero en el infame “paredón”, luego en cárceles y en otros centros de reclutamiento y tortura- y aparte de perseguir y martirizar a todo aquel que discrepe del gobierno comunista; luego de mantener una férrea campaña de adoctrinamiento marxista; además de exterminar todas las libertades individuales y grupales; encima del violar todos los derechos universales

“El Estado es mucho más complicado de lo que creía como planificador” reveló ayer el poeta encargado de la presidencia.

Importante coincidir con Mario Vargas Llosa en que Sagasti es el promotor de Castillo, el candidato del comunismo que viene imponiendo en América Latina el Foro de Sao Paulo.

Fuimos, hasta no hace mucho tiempo, un país de opereta, pero hace ya una década que perdimos la denominación “país”, para convertirnos en una vulgar tribu que ocupa el territorio que, hasta entonces, le correspondía a una nación algún día llamada Perú.

Lo que ocurrió el lunes de noche en los vericuetos del eje de la injusticia e ignominia en que han tornado al poder Judicial, confirma que acá no existe Estado de Derecho. Acá prima la anomia sobre la ley; y el abuso del poder es ahora una práctica usual. Pongamos las cosas en contexto. Esto precisa al artículo 201 de la Constitución:

Al politizarse la justicia y judicializarse la política, el centro neurálgico del poder político peruano estriba ahora en una dictadura judicial. Gustavo Gorriti fue el autor intelectual de semejante desviación de nuestro Estado. El objetivo fue controlar desde allí el caso Lava Jato.

Según el abogado de Pedro Castillo (el candidato por Perú Libre que dirige la facción Sutep que dirige sendero luminoso), la banda criminal denominada Los Dinámicos del Centro “probablemente ha financiado a Perú Libre; pero no a Pedro Castillo”. Veamos.

Silenciosa y tenazmente, la sociedad peruana ha venido mutando de ser portadora de gran elocuencia, honestidad, capacidad de trabajo y brillantez intelectual, a sucumbir en un masivo estado de mediocridad, deshonestidad, pereza y envanecimiento. Sin la menor duda, esta realidad también ha cambiado en el mundo. Aunque no al extremo en que está viviéndola este país.

Son unos comicios plenos de trampas.

Desde su período izquierdista, impulsado por Juan XII, El Vaticano singlaba su proa a babor, abarloado al comunismo soviético que, desde la revuelta bolchevique en 1917, nunca alucinó límite de tiempo para su final. El Vaticano continuó ligado al socialismo hasta 1978, cuando Karol Wojtyla -el gran papa Juan Pablo II- ascendiera al trono de San Pedro.

Nuestra sociedad, siempre sumisa al mandón, zalamera con el poder, traidora a sus orígenes y descastada hasta no más, recibirá el castigo que merece de salir electo el hombrecito del sombrerote y el lapicito. El acomodo es la regla de oro de las llamadas “clase acomodada”, “clases A y B” o simplemente “los blanquitos”.

Estamos presenciando lo que sería un eventual gobierno del candidato Pedro Castillo. Su semblante sería la mentira, la manipulación, la prepotencia, la desinformación y la amenaza, con el consecuente abuso contra quienes discrepen de sus decisiones y/o sus métodos.

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