ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Luis Otoya Trelles

Imagen

En los recuerdos de antaño están los boticarios -respetados personajes mezcla de químico, médico y comerciante- quienes por su vasta experiencia retaban con éxito a la muerte preparando en sus boticas remedios, pócimas y menjunjes que combinaban su sabiduría con la química, los minerales y la naturaleza, probando una y otra vez qué funcionaba y qué no, para dar solución a los males de salud que

El Perú está gravemente enfermo por el devastador virus de la corrupción. Las escasas iniciativas de la clase política para generar reformas y erradicarla han fracasado.

Los resultados obtenidos en los últimos procesos electorales, para elegir autoridades, muestran cómo los partidos políticos han perdido protagonismo y son desplazados por cientos de movimientos, regionales y locales, que se vienen imponiendo.

Muchos peruanos parecen ser más tolerantes e indiferentes frente a la corrupción. Algunos cansados de tanta impunidad ya ni se inmutan. La corrupción ha ganado espacio.
Las recientes encuestas indican que uno de cada cinco entrevistados aún respalda al gobernante investigado por el Ministerio Público como presunto cabecilla de una organización criminal.

El Perú se incendia desde hace trece meses y la mayoría de peruanos vencidos por la apatía son sólo mudos testigos de la más severa crisis moral y política que podamos recordar.

Las investigaciones de la Fiscalía parecen apuntar a Pedro Castillo, quien habría tejido una red de corrupción en la que estarían enredados su esposa, algunos cuñados y sobrinos, junto a ministros que mantuvo durante varios gabinetes, quienes habrían involucrado a diversas autoridades provinciales que recibieron oportunos fondos públicos para la realización de importantes obras, en las que pres

Hace unos días se reveló que la principal estrategia de Pedro Castillo para gobernar es practicar el “arte del engaño”. Esa parece ser la razón de su díscolo e impredecible comportamiento. Su poca tolerancia a la crítica lo lleva a correrse de las entrevistas sabiendo que, por su temperamento, tampoco puede evitar “irse de boca”.

Pedro venía con la mafia a cuestas, pensando en las arcas, para la fiesta.

Es campesino, pero no siembra. Le dicen maestro, pero no enseña. Dice ser rondero, pero lo niegan.

Pedro soñaba con una nueva Constitución que le dejara quedarse por mucho tiempo. Traía en sus manos una segunda reforma agraria, sin fertilizantes, para la tierra.

El maldito virus de la corrupción crece incontrolable. No es un bicho nuevo, es bicentenario como nuestra República. La corrupción muta, evoluciona y se fortalece por el poco interés de los gobiernos en combatirla. Este virus sigue atacando sin contemplaciones. Recientemente ha aparecido una variante que ya no discrimina y parece afectar también a nuestros jóvenes.

Tenemos un gobernante “florero” y no lo decimos porque parezca un adorno, sino porque se llena la boca alardeando de todo lo que no puede cumplir. “Las puertas de Palacio de Gobierno están abiertas para todos los peruanos”, pero las cierra para no declarar ante los miembros de la Comisión de Fiscalización del Congreso.

Lo que hace o deja de hacer este gobierno nos afecta a todos, sin importar el color de nuestra piel, oficio, nivel de ingresos, religión, sexo o edad. Todos estamos expuestos a su incapacidad para gobernar, a la ineptitud de sus funcionarios y las consecuencias de sus perversas decisiones.

Esta frase -que Pedro Castillo viralizó al enredarse para contar la antigua historia de un niño que, teniendo un ave en sus manos, pretendía burlarse de un sabio maestro- la podríamos adaptar a nuestra coyuntura política en la que tenemos los “niños”, las aves (gallinazos) y un maestro que no es sabio.

La exacerbación del odio, por parte del Gobierno, es también un plagio de la estrategia plurinacional que emplean los países que promueven la lucha de clases y el enfrentamiento entre los que tienen y los que no tienen.

Pedro Castillo enfrenta una lluvia de denuncias que amenazan la continuidad de su gobierno.

El secuestro y violación de una niña de tres años en Chiclayo ha despertado la indignación de la ciudadanía que, ante la permisividad de nuestras leyes y autoridades, está dispuesta a ejercer justicia por su cuenta y riesgo.

Pareciera que algunos peruanos no se sensibilizan, ni se indignan como deberían, ante estos condenables abusos porque no se sienten expuestos directamente.

Lo que no ha podido lograr el Congreso respetando la Constitución, las leyes y los procesos vigentes, lo podría lograr la indignada protesta de un pueblo decepcionado y engañado por las promesas incumplidas de Pedro Castillo.

La reciente resolución del Tribunal Constitucional que libera a Alberto Fujimori ha puesto en evidencia el profundo odio y saña de los filocomunistas contra el fujimorismo.

Desde hace un buen tiempo los responsables de ejercer justicia en nuestro país, en vez de imponer su autonomía e independencia, han cedido ante la tentación de congraciarse con los gobiernos de turno o se han sometido a ellos sin considerar las consecuencias de sus actos.

PUBLICIDAD